En cálculo infinitesimal la primera y segunda derivada de una función determina la posición de máximos y mínimos, La vertiente física de tan apasionante conocimiento es que un mínimo se asocia a la estabilidad, mientras que el máximo implica lo contrario: un sistema inestable hará que el coche esté pegando botes durante horas tras pillar un bache o un avión será incontrolable tras un codazo accidental del piloto mientras trata de llevarse a la azafata esa noche a la cama. Llevamos treinta años de democracia y si algo parece claro es que lo que se parió entonces además de un sistema carísimo es profundamente inestable. El resultado parece que está bien clarito. Minorías de todo pelaje condicionan la existencia misma del sistema mientras Tele5 va por la séptima edición de Gran Hermano.
Cualquier pelanas exige como derecho irrenunciable cuestiones ridículas hasta la risión. El sistema en lugar de expulsarlos y humillarlos a base de carcajadas, hace con el tiempo sus demandas suyas. Situando finalmente (ahora) los parámetros de gobierno a medio camino entre la extrema izquierda y la república chavista. El sistema es tan inestable que cualquiera que pretenda oponerse a esta deriva es tachado inmediatamente como fascista y ridiculizado como retrógrado cuando no se le quema directamente la casa.
En un país sobrado los pesebres y falto de coraje (excluyo a los no nacionalistas del Pais Vasco), en una sociedad hedonista donde nadie quiere cargar con el papel de malo el PSOE andaba a sus anchas, con el término facha en cualquiera de sus versiones preparado en la recámara para acorralar a un siempre acomplejado PP que corre sin resuello tras un centro que hace tiempo atravesó la frontera de la extrema izquierda.
Esta situación tiene ya consecuencias directas en gente del PSOE, que se encuentran ya en el jardín de su casa la frontera entre fachas y progresistas, aterrados ante la posibilidad de que se les escape una frase “políticamente incorrecta”.
El sistema incluye un sistema judicial, fiel fotocopia de la nomenclatura política y unos medios de comunicación copado por un magnate con un poder de los que hiela la sangre. En los resquicios que este tirano no controla es donde se está librando la batalla más cruel.
La COPE esta en el punto de mira (literalmente). Todos sabemos el estilo de la “radio de los obispos”, directo y más bien chusco, pero sobretodo es la voz de una derecha desacomplejada. Lleva años siendo ninguneada, pero desde el 11M es de las pocas voces nítidamente críticas con un gobierno radical. El estilo se podrá discutir, pero lo cierto es que gana audiencia, levanta exclusivas y airea las más que razonables dudas sobre la carnicería de Madrid, todo ello sin querer recordar que nunca ha convocado a manifestantes delante de sedes de partidos políticos en vísperas de elecciones.
Pero no nos confundamos, el tiro es contra la COPE pero el objetivo es Carlos Herrera.
Herrera es un peligro, su mensaje es tan o más contundente que el de Losantos, pero lo hace sin gritar, con infinita más gracia y sobretodo, se deja escuchar sin “parecer” un sectario. Esto es letal para el kit PSOE-PRISA, con unas mañanas en la SER muy tocadas por la ida de Gabilondo, se corre el riesgo que una parte considerable de la parroquia se les pase a Onda Cero. Lo grave no es la pasta que dejen de ganar, para ello está el gobierno, unos millones en publicidad institucional todo lo arreglan. El problema es que Carlos Herrera convierte a un humilde subdito de Polanco en un abstencionista en el plazo de dos meses… ya hay algún confidencial que habla de toques de atención a Herrera. Carlos Herrera puede tener cojones para seguir adelante, pero sus jefes los tienen ya por corbata.
La cuestión es que Carlos Herrera necesita tener el flanco derecho cubierto. Jiménez Losantos no es en realidad un peligro para el sistema, compacta en tiempos de oposición a un electorado del PP ya de por sí es bastante monolítico pero le cuesta hacer llegar su mensaje más allá.
Jiménez Losantos es en realidad el muro de contención de Onda Cero. A Carlos Herrera no podrán tocarlo mientras a su derecha haya alguien a quien llamar facha y “propagador del odio”, pero Carlos Herrera puede convertir a un par de millones de votantes del PSOE, horrorizados por la gestión del Capitán Mimosín, en abstencionistas activos, lo suficiente para otra mayoría absoluta del PP tras meses machacando a Rodríguez con el Estatuto. Eso lo hace que hace letal y por lo tanto pieza a batir en esta montería de caza mayor.
Con este panorama, yo me pensaría muy mucho el repetir las consignas de PRISA, y el término “propagador del odio”, tiene 100% sello Polanco. Pasar por “normal” y dejar cargar a otros con el San Benito de retrógrado tiene ventajas inmediatas (se podría preguntar por esto a gran parte de los votantes del PNV), pero si tu casa se te hunde porque un partido tiene que financiarse con un 3% del hormigón del túnel del metro o te han echado de tu casa unos gitanos traficantes, tu problema no saldrá en los medios del Imperio, tu problema no manchará el soleado paisaje del mundo de los TeleTubbies.
No la conozco en profundidad pero el papel de la COPE me recuerda al de la Fox. Gusten o no sus modos esta es necesaria si se quiere un sistema que tienda mínimamente al equilibrio, aunque para poder empezar a hablar de equilibrio sería necesario enmendar algunas de las trampas a favor del gran tycoon, “Cuatro” y un par de cientos de emisoras de radio para empezar. Aunque ya es triste que nuestra libertad dependa de que la Conferencia Episcopal aguante la embestida y Herrera siga “sembrado”, ante la contrastada incapacidad del sistema para filtrar al presidente más descerebrado de todo Occidente o de mantener un sistema judicial independiente.