Confianza

Una de las palabras más importantes de nuestro diccionario es CONFIANZA. Todas nuestras relaciones se basan en la confianza. Es el pilar fundamental sobre el que se construye una sociedad, extendiendo su influencia a todos y cada uno de sus rincones.

Las acciones comerciales y financieras que conforman el entramado económico de un país, independientemente de su fin, naturaleza o la forma jurídica de los intervinientes, son relaciones de confianza. El vendedor confía en que le paguen, el comprador confía en que le suministren lo solicitado, la entidad financiera confía en que le sea devuelto el dinero prestado y el valor pactado por el servicio, todos confiamos en que no sufriremos abusos, etc.

Es cierto que existen mecanismos de regulación, control y de satisfacción ante hechos de confianza quebrantada, pero es la cotidianeidad del sistema y la ausencia de brusquedades o grandes vaivenes los que permiten que dicho sistema siga su normal desarrollo. La ausencia de riesgo y la costumbre nos dan confianza.

Cuando depositamos nuestros ahorros en un banco, adquirimos en ese mismo instante un derecho a su recuperación. Ese derecho es lo que nos llevamos a casa, quedando nuestro dinero en poder de una sociedad cuyos propietarios desconocemos. La diaria confianza.

El otro día me contaron una anécdota real muy sabrosa. En un pueblo de la Andalucía rural, la señora de una familia de abolengo y de fortuna nada despreciable, obligaba a su heredero, al final de cada año, a ir a la caja de ahorros del pueblo a contar el capital depositado, ¡billete sobre billete! Una vez contado, el dinero volvía a ser entregado al cajero y apuntado en la cuenta. Y yo me pregunto, ¿hubiera resistido el corazón de esta señora en el caso de que su dinero hubiera estado ingresado en Banesto durante aquéllas funestas jornadas?