Puntualmente

La puntualidad es un valor que hemos descuidado en España hasta el punto de que las reuniones y las citas tienen unos quince minutos de margen. Es curioso comprobar cómo la gente da por hecho que esos quince minutos son suyos, olvidándose de hacer una llamada de cortesía para avisar. Si todos los retrasos coinciden en el mismo día y las citas son importantes, posiblemente la última tenga como resultado un sonoro fracaso o que sea postergada "sine die". A mi me gusta que la gente llegue tarde a una negociación, porque de esta manera comienza pidiendo disculpas, es decir, de forma ventajosa para mi.

Existe un grupo de personas a las que no se debe permitir llegar tarde a su lugar de trabajo. Cada empresa conoce debería identificar a los suyos dependiendo de las necesidades de la misma. Esos trabajadores tienen como primer objetivo el demostrar que la empresa está funcionando eficazmente desde la primera hora. En una empresa de servicios es mucho más importante, pues una puerta cerrada injustificadamente o una llamada sin contestar es una muestra de desinterés. La empresa debe velar porque esto se cumpla a rajatabla y articular los medios para ello. Parece difícil pero es sólo un plan de acción de uso interno.

Leo con desagrado que el presidente del Congreso, el Sr. Marín, ha anulado por tercera vez en dos semanas la sesión del pleno de la Cámara durante unos minutos debido a ausencias y retrasos de los comparecientes. Una vez más, los representantes de la ciudadanía muestran el camino a seguir sin pensar en las consecuencias. No entiendo bien qué es lo que justifica que de forma reiterada estos comportamientos se produzcan. El desprecio al trabajo, a sus conciudadanos y a la institución no cae en saco roto. No deberían sorprenderse del progresivo alejamiento que se está produciendo entre los políticos y el pueblo que los vota, de la abstención en las elecciones o de la eterna fama de caraduras y arribistas que les persigue.