Qué frío (II)
He seguido dándole vueltas a este tema durante la semana. Una de las cosas que más me llamó la atención en el documental sobre Alcor era que ellos también tenían tienda de recuerdos, y uno de los artículos más demandados era un termo para café, que era una réplica a escala del cilindro de aluminio que sirve para conservar los cuerpos de los crío-pacientes (como ellos los denominan; ya saben, la muerte no existe). Salía sonriente el dependiente de la tienda afirmando que era la idea de la conservación del líquido del interior del termo lo que en el fondo se vendía con este recuerdo, y el símbolo que encerraba dicho souvenir. La idea de conservación. El hecho de que el avance científico de la civilización occidental quede simbolizado con un termo no deja de tener su gracia. Reconozco que llegados a este punto resulta difícil defender la teoría de la alianza de civilizaciones. Nuestra sociedad moderna (occidental) vive obsesionada con el nuevo mito de la conservación (que no es otro que el viejo mito de la eterna juventud). El sr. Zaplana es un exponente de esta tendencia: ¡siempre está tan joven! En breve saldrá nuevamente a la palestra el tema de la clonación: otro intento de conservación a ultranza. Se estrena la película “La isla”, en la que desarrolla la idea de la cría de seres humanos clonados en un futuro cercano, que sirven como portadores de órganos para personal adinerado. La idea no es nueva; los de mi generación recordarán la serie de televisión “La fuga de Logan”, donde también se mezclaba este argumento con el mito del mundo feliz (que en esta versión moderna simboliza una presunta “isla”). Ya no hay nada nuevo en el cine, pero esto es otra historia (y deberá ser contada en otra ocasión). No; no estoy en contra de la investigación genética, ni del avance en temas de clonación. Creo que la investigación debe continuar, igual que los avances sociales. ¿Dónde está el límite en el que chocarían la investigación y la ética? No, el límite de la investigación no está en ninguna religión. De igual manera que la religión no debe imponer las leyes de la convivencia civil, no debe poner cortapisas a la investigación. Si alguien quiere criogenizarse y puede pagarlo, allá él. Si alguien quiere prolongar su vida en plenitud de sus facultades, deberemos dejar que lo haga. Si no lo desea, también deberíamos dejarle. Pero esto es otro debate, ya lo abriré en otra ocasión. ¿Cómo resuelven el problema de la conservación el resto de civilizaciones? Pues mediante la procreación, claro. ¿Está nuestra civilización condenada a ser un raza de seres longevos, donde la muerte sólo estará presente en forma de terrorismo? Pero el problema no éste. Volviendo nuevamente al sr. Allen (lo siento, es uno de mis iconos), el problema no es si podemos alargar esta vida o si habrá una vida después de ésta, el problema es si hay vida aquí y ahora.
Y veo que no. Veo mucho odio romano.
1 Comments:
Yo no creo que estos avances científicos busquen tanto la conservación de la especie ( que se asegura por el medio tradicional de un par de polvos semanales) como la conservación del individuo. Y eso ocurre poque nos parece perfecto que la historia de la humanidad continúe, pero ya no nos parece tan bien que lo haga "sin mí". No nos identificamos con el otro.
29/7/05 10:37
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