LAS MUJERES DESESPERADAS DE MI BARRIO

Hoy he encontrado a dos mujeres aparentemente de muy distinta condición social, gritando en la calle lo hartas que están de sus maridos. Intuyo que debían estar casadas más que vivir en pareja, una debía andar cerca de los 60 y la otra quizá no hubiera cumplido los 50. La primera de ellas se lo estaba diciendo a alguien por teléfono (y de paso a la media valencia que pasaba por la calle San Vicente a esa hora; bien para ir al mercado, o de compras, o las clásicas excursiones de turistas que siempre se ven por el centro). Le contaba (¿a su amiga?), que ya no aguantaba más, que estaba harta de ser la criada y de sentirse como un cero a la izquierda durante toda su vida, y los mandaba a él y a la madre de ese señor, es decir la suegra de la protagonista, literalmente a tomar por culo. A la segunda la he escuchado sin tener que levantarme de mi silla de trabajo. De repente poco antes de las 14.00 a grito pelado ha empezado una verdadera tormenta de maldiciones de la que no ha salido indemne ni un solo miembro de la familia del fulano. A todos ellos les ha dicho alto y claro hasta del mal que se tenían que morir, y aunque ha tenido réplica, pues el tipo estaba presente, la contrarréplica era tan fuerte y avasalladora que al final no le ha quedado otra que hacer mutis por el foro con la cabeza agachada y el rabo entre las piernas. En ambos casos parecían mujeres más que desesperadas y malvividas.